Allá
por octubre, unas semanas antes de emprender mi aventura Qatarí, me comunicaron
que a finales de enero tendría que viajar con el equipo para la concentración
que hacen todos los años en invierno. Yo, curtido ya en mil batallas de viajes
con el balonmano y concentraciones con la Federación Española de Atletismo,
acepté de buen gusto sin preguntar demasiado, pero acto seguido me dijeron: “lo
más seguro es que sea en Sudáfrica”.
¡¡¿¿Sudáfrica??!!
Definitivamente este trabajo estaba
hecho para mí…
Y casi
3 meses después, aquí estoy. En esa parte del mundo en la que por defecto,
cuando miras un mapamundi, ni siquiera alcanzas a ver a primera vista porque
está demasiado abajo. Concretamente, abajo del todo: CIUDAD DEL CABO.
Aquí el
invierno es verano y el verano invierno, por lo que ahora mismo estamos con un
clima envidiable. La expedición, formada por unos 30 atletas y 12 personas de
staff técnico, nos alojamos en el precioso hotel Protea en Stellenbosch, un
pequeño pueblo cerca de Cape Town (Ciudad del Cabo) entre montañas. Ya de por
sí es una zona preciosa y espectacular (con un valle enorme lleno de viñedos y
totalmente verde), pero supongo que si vienes de Asturias no sorprenderá tanto,
pero viniendo de Doha… menudo contraste!! Cuando me levante el primer día y
miré por la ventana las espectaculares vistas que tenía, me vino a la mente un
término que supongo que ya existirá, pero que yo pensé por primera vez: HIGIENE VISUAL.
Evidentemente
no me refiero al colirio para los ojos ni al líquido para las lentillas, sino a
esa sensación que uno tiene de vez en cuando cuando mira algo puro, espectacular,
majestuoso. Sin edificios, sin luces, sin carreteras, sin ruidos… Esa sensación
de que no te cansarías nunca de mirar por la ventana o de sentarte simplemente
a dejar que pasen las horas. Esa sensación que los habitantes de meseta tenemos
cuando vamos a la playa y nos sentamos a mirar el mar, como tontos. Pues aquí,
claramente mi higiene visual está al 100%.
El
ritmo de la concentración no deja demasiado espacio para el turismo. La mayoría
de los días entrenamos mañana y tarde, y las sesiones de descanso las dedico
precisamente a trabajar en la recuperación de los lesionados (que por fortuna
son pocos) o en el trabajo de prevención con los no lesionados. Así que como
suele pasar siempre en las concentraciones, y a pesar de que la gente crea que
vivimos muy bien, los fisios somos casi siempre los que más horas echamos:
somos por lo general los primeros en empezar (vendajes pre-entrenamiento,
pre-calentamientos, chequeos…), y los últimos en irnos a dormir (yo acabo la
mayoría de los días a eso de las 10-11 de la noche). Pero para qué nos vamos a
engañar: yo estoy encantado. Este es mi ambiente, mi vidilla, y me encanta que
la gente venga a la sala de fisio para tratarse, para echarse unas risas, o
para simplemente darme conversación.
Esta
concentración está siendo una gran oportunidad para integrarme mucho más en el
equipo y conocer a todos sus miembros más allá del día a día de trabajo en
Aspire. No han faltado las salidas a tomar algo, las cenas extra-oficiales y
los largos ratos de charlas con atletas, entrenadores y demás staff. Como buen
español, he venido a aportar mi granito de arena y darle un poquito de alegría
a la vida, con mis canciones de Manolo Escobar desafinadas, mis trucos de magia
cutres o mis vaciles comunes que aquí son toda una novedad… ¡Lo que haga falta
por formar parte del equipo!
Además
de visitar el otro día el Cabo de Buena Esperanza (punto más al sur del
continente africano) con un parque natural con animales salvajes en libertad,
hemos podido hacer alguna que otra escapada a la playa con uno de los
entrenadores que hace kitesurf, o a visitar los viñedos propiedad de Ernie Els,
el famoso golfista sudafricano.
Pero
sin embargo, al menos para mí, uno de los momentos cumbre de esta
concentración, fue la competición a la que asistimos ayer en la que había
pruebas para niños en la pista. Creo que ha sido una de las imágenes vistas en
una pista de atletismo que difícilmente olvidaré. Cientos de niños, la mayoría
de ellos descalzos y con pinta de tener más bien pocos recursos, corriendo,
saltando, sonriendo, pasándoselo bien… En un ambiente relajado, distendido, con
los jueces partiéndose de risa cuando los niños se cambiaban de calle o no eran
capaces de pasar el listón en salto de altura. Con los equipos animando,
cantando y bailando al estilo africano, en una pista vieja, desgastada… Un
auténtico viaje a lo que creo que son, fueron, o al menos deberían ser, los
orígenes de este ancestral deporte que es el ATLETISMO. Un viaje a la
autenticidad de algo tan natural como correr o saltar. Sin zapatillas de
clavos. Sin Dri-fit ni Adiprene Plus. Sin camisetas térmicas. Sin apenas
imperdibles para los dorsales. Solo con ilusión.
Y como
creo que una imagen vale más que mil palabras, aquí os dejo unas cuantas
imágenes que hablan por sí mismas.
¡Un
saludo desde Sudáfrica!